Una de las primeras decisiones que se deben tomar al contratar una hipoteca es el tipo de interés, fijo o variable. Atendiendo a los datos del INE en agosto de 2022, el 71.6 % de las hipotecas constituidas sobre viviendas fue a tipo fijo, frente a un 28.4% a tipo variable. Estos datos confirman un cambio en la tendencia ya que, por el contexto macroeconómico que se vivía hace unos años, donde nos encontrábamos tipos cercanos a cero e incluso negativos. Esta circunstancia explica que en febrero de 2020 a que las hipotecas constituidas a tipo variable se situasen en un 61.3%.
Sin embargo, en la actualidad existe gran incertidumbre para aquellos con una hipoteca a tipo variable ante la creciente inflación y la subida de los tipos de interés generalizada como respuesta a la misma. Esta coyuntura hace, no solo que los que vayan a pedir una hipoteca ahora lo hagan a tipo fijo para asegurar que su cuota mensual no varía, sino que aquellos que ya contrataron a tipo variable estén planteándose un cambio.
La primera cuestión que debemos plantearnos antes de cambiar a tipo fijo es qué tipo variable tenemos en la actualidad, para compararlo con las ofertas de hipotecas a tipo fijo en cada momento. Con un Euribor 12 meses del 2,65% a fecha de octubre de 2.022, tendremos que sumar el diferencial que tengamos pactado con la entidad financiera para conocer con exactitud el tipo fijo hasta la próxima revisión. Si el tipo que se obtiene está alrededor del 3%, el cambio es muy cuestionable y requiere hacer números en detalle. Por tanto, el diferencial sobre Euribor es determinante para plantear el cambio en la misma proporción que las ofertas que haya en mercado de tipos fijos por debajo del 3% sin vinculación del cliente.
Una vez tomada la decisión de cambio, los dos caminos más comunes a través de los cuales uno puede modificar las condiciones de su hipoteca son la subrogación o la novación.